jueves, septiembre 02, 2010

MI VIEJO LANCIA KAPPA


Yo no sé porqué providencia de la vida le está alargando la vida de mi viejo coche Lancia. He pensado en algunas ocasiones, cuando en su aceleración expulsa un humo negro por su tubo de escape, cuando la temperatura del agua de refrigeración se coloca en zona roja, cuando por las mañanas del frío invierno tarda en arrancar, ¿yo no sé porque aún, no lo he enviado al desguace? Sin embargo, sigue siendo un buen viajero, seguro estable…Cuando por los silencios de la ancha castilla camino de la extrema Extremadura galopan rítmicamente todos sus caballos de sus cinco cilindros ansioso por llegar al Pueblo; siento las voces infantiles de mis tres hijos que retumban en su habitáculo como si aún fuesen conmigo: a la gira, a la caseta, a la virgen de Piedra Escrita a la Estepa Extremeña entre cañaverales y cigüeñas que alzan el vuelo majestuosamente rasgando su cielo extremeño. Y o no sé por que razón sigo amando a este coche que como un cordón umbilical me ata al pasado y no me deja traspasar el presente hacía un futuro…Mi coche no me deja que rompa con el pasado porque quiere seguir siendo mi presente o mi ataúd metálico en cualquier carretera de la muerte.

Siento las voces, sus voces: “No corras aita, que ya estamos llegando” Mientras tanto nuestro perro Ilaun va jadeando de asiento en asiento. Formábamos una familia: Ilaun murió en Mérida, yo lo enterré, mis hijos cambiaron sus voces infantiles por sonido y decisiones de adultos, mi mujer me propuso el divorcio y treinta años de nuestra vida cupieron en dos maletas, y mi viejo coche quiere morir conmigo o quizás en su cerebro electrónico ha mutado en tipo de sentimiento que de tanto oír nuestras voces, piense, por sus sinapsis, entre resistencias, diodos, integrados y condensadores que yo, sigo siendo como un niño, y que sólo me dejará cuando en su habitáculo se llene de otras voces, será, quizás en el último viaje a la extrema Extremadura.